El frío sí afecta a la salud: riesgos, síntomas y cómo protegerse
- Las bajas temperaturas alteran el corazón, los pulmones y el estado de ánimo.
- Detectar los riesgos del frío permite prevenir complicaciones en invierno.

La bajada de temperaturas no solo trae más abrigos y días cortos: también desencadena cambios fisiológicos capaces de afectar de forma real al organismo. Aunque el frío tiene beneficios -como se explica en El lado positivo del frío–, la evidencia médica es clara al mostrar que su impacto negativo puede ser significativo en determinadas personas y situaciones. El cuerpo debe adaptarse a un entorno más hostil, y cuando esa adaptación falla aparecen riesgos cardiovasculares, respiratorios, metabólicos y emocionales que conviene conocer.
En España, un porcentaje relevante de muertes anuales se relaciona con temperaturas no óptimas, siendo el frío responsable de una parte considerable. Este efecto se acentúa en colectivos vulnerables, como personas mayores, pacientes con enfermedades crónicas y quienes viven en condiciones sociales desfavorables. El frío obliga al organismo a activar mecanismos de defensa intensos, y esa sobrecarga puede desencadenar problemas en diferentes sistemas del cuerpo.
Comprender cómo actúa el frío sobre la salud permite tomar decisiones más informadas y aplicar medidas preventivas sencillas, pero efectivas. Una buena parte de estas complicaciones se pueden evitar con hábitos adecuados, vigilancia y control médico cuando corresponde.
El impacto del frío en el cuerpo es real
El organismo intenta conservar el calor reduciendo el flujo sanguíneo en la piel. Esta vasoconstricción, necesaria para mantener la temperatura interna, es también la responsable de que aumenten ciertos riesgos. El descenso de 1 °C en la temperatura ambiental se asocia con un incremento notable en la mortalidad cardiovascular y respiratoria, así como mayor probabilidad de descompensaciones en personas con patologías previas.
Ese ajuste fisiológico puede ser más costoso para unos grupos que para otros. Las personas con enfermedades cardiacas, pulmonares, renales o metabólicas deben realizar un esfuerzo mayor para adaptarse al frío y, en muchos casos, el organismo no dispone de suficiente capacidad de reserva. A ello se suma que los días fríos y secos reducen la humedad del aire, un factor que compromete las mucosas respiratorias y facilita infecciones.
Este escenario ayuda a explicar por qué en invierno aumentan las visitas a urgencias y las hospitalizaciones por problemas respiratorios, empeoramientos de EPOC, crisis asmáticas, bronquiolitis en niños, infecciones de vías altas, neumonías y casos graves de gripe. Son algunas consecuencias de los Efectos negativos del frío en la salud.
Efectos cardiovasculares del frío: un riesgo silencioso
El frío obliga al corazón a trabajar más. La vasoconstricción hace que aumente la presión arterial y el esfuerzo cardíaco, lo que puede provocar:
- Mayor riesgo de infarto agudo de miocardio.
- Descompensación de insuficiencia cardíaca.
- Arritmias.
- Mayor probabilidad de accidente cerebrovascular.
Según los datos analizados, una bajada de 10 °C puede aumentar hasta en un 19 % la mortalidad por enfermedad cardiovascular, y las muertes por isquemia pueden subir un 22 %.
Estos efectos se amplifican en mayores de 65 años, personas con hipertensión no controlada y quienes han sufrido eventos cardiovasculares previos. Por ello, mantener la temperatura corporal estable y evitar exposiciones bruscas al frío es una recomendación clave para este grupo.
Sistema respiratorio: por qué el frío favorece infecciones y empeoramientos
Las vías respiratorias forman una de las primeras barreras defensivas del organismo. El aire frío y seco irrita la mucosa nasal, reduce el movimiento de los cilios encargados de limpiar partículas y dificulta la acción de las células inmunitarias locales.
Como consecuencia:
- Se incrementa la susceptibilidad a virus respiratorios (gripe, bronquiolitis, VRS).
- Aumentan las infecciones como neumonía, sinusitis o bronquitis.
- Se agravan patologías como asma y EPOC.
Los ingresos por infecciones respiratorias pueden duplicarse o incluso cuadruplicarse en episodios de frío extremo, especialmente en niños pequeños y personas con enfermedades crónicas pulmonares.
Este fenómeno también influye en la alergia al frío, condición analizada donde la exposición a temperaturas bajas desencadena urticaria, dificultad respiratoria o síntomas similares a una reacción alérgica severa.
Cómo afecta el frío a la salud mental
El clima no solo modifica la fisiología: también altera el estado emocional. La reducción de horas de luz es un factor determinante en el ánimo y puede desencadenar:
- Síndrome afectivo estacional.
- Aumento de ansiedad o irritabilidad.
- Empeoramiento de depresión previa.
- Trastornos del sueño.
Los días cortos y nublados tienen la capacidad de interrumpir equilibrios hormonales esenciales, como la secreción de serotonina y melatonina, lo que favorece alteraciones emocionales y cognitivas.
Aunque no todas las personas desarrollan trastornos estacionales, se estima que en España pueden afectar entre el 5 % y el 15 % de la población, con mayor prevalencia en mujeres y adultos jóvenes.
Señales de que el cuerpo no se está adaptando al frío
Una adaptación deficiente al frío puede manifestarse con síntomas físicos que conviene atender:
- Palidez intensa y piel fría o seca.
- Somnolencia, confusión o desorientación.
- Respiración superficial, dificultad para hablar o balbuceo.
- Temblor intenso y fatiga excesiva.
- Dolor torácico, palpitaciones o sensación de falta de aire.
- Empeoramiento de enfermedades crónicas, como crisis asmáticas o descompensación cardíaca.
En bebés y personas mayores los signos pueden ser más sutiles: irritabilidad, falta de apetito, debilidad, extremidades frías o letargo. Ante cualquiera de estos síntomas, es recomendable buscar atención médica cuanto antes.
Quiénes corren más riesgo en invierno
Aunque el frío afecta a toda la población, existen grupos especialmente vulnerables:
- Mayores de 65 años.
- Personas con EPOC, asma o insuficiencia cardíaca.
- Pacientes con diabetes, enfermedad renal o enfermedades neurológicas.
- Personas inmunocomprometidas.
- Bebés y niños pequeños.
- Personas en situación de pobreza energética o viviendas mal aisladas.
En ellos, incluso descensos moderados de temperatura pueden provocar crisis hipertensivas, cuadros respiratorios graves, deshidratación o aumento de la mortalidad.
Cómo protegerse según la evidencia médica
La prevención es la herramienta más eficaz para reducir complicaciones. Las recomendaciones procedentes del documento revisado y de sociedades médicas incluyen:
1. Mantener una temperatura adecuada en casa
Para personas sanas se aconseja mantener la vivienda entre 19 °C y 21 °C.
En mayores y pacientes crónicos la temperatura ideal debe ser igual o superior a 21 °C durante al menos 8 horas al día.
2. Abrigo adecuado y capas
- Ropa térmica, gorro, bufanda y guantes.
- Evitar prendas húmedas y cambios bruscos al entrar o salir de casa.
3. Cuidar la salud respiratoria
- Ventilar correctamente sin enfriar en exceso la vivienda.
- Evitar humo de tabaco y contaminantes.
- Mantener al día la vacunación antigripal y de neumococo, especialmente en pacientes con patologías de base.
4. Controlar enfermedades crónicas
- Revisar medicación.
- Vigilar presión arterial, glucosa y capacidad respiratoria según indicación médica.
- Pedir ayuda si aparecen síntomas de descompensación.
5. Proteger la salud mental
- Exposición diaria a la luz natural.
- Ejercicio moderado, preferiblemente al aire libre.
- Mantener rutinas y actividad social.
- En casos severos, valorar fototerapia siguiendo recomendación profesional.
Un invierno más seguro es posible
El frío no tiene por qué convertirse en un enemigo. Con medidas preventivas y un seguimiento adecuado, especialmente en personas vulnerables, es posible reducir de forma significativa los riesgos asociados a las bajas temperaturas. En SaludOnNet se pueden encontrar profesionales de Medicina Interna, Cardiología, Neumología y Salud Mental que ayudan a valorar síntomas, ajustar tratamientos y prevenir complicaciones durante los meses fríos.
Cuidar la salud en invierno no consiste solo en abrigarse: es una estrategia integral que protege el cuerpo y la mente, favorece el bienestar y reduce ingresos hospitalarios evitables.






















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